Una fusión oculta que causa dolor y rigidez en el pie

Las coaliciones tarsianas son una causa poco conocida pero importante de dolor persistente, rigidez y limitación funcional en el pie, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes. Se trata de una conexión anormal entre dos o más huesos del tarso, que puede ser de tipo óseo, cartilaginoso o fibroso. Esta unión impide el movimiento normal entre los huesos afectados y altera la biomecánica del pie, provocando síntomas que con frecuencia se confunden con otras patologías como el pie plano doloroso o las tendinopatías peroneas.

¿Qué es una coalición tarsiana?

Una coalición es una unión anómala entre dos huesos que normalmente deberían estar separados por una articulación. Suele estar presente desde el nacimiento (congénita) y manifestarse durante la adolescencia, coincidiendo con el proceso de osificación del esqueleto. Aunque algunas personas no presentan síntomas, muchas desarrollan dolor o rigidez al aumentar la carga funcional sobre el pie.

Tipos más comunes

Las coaliciones más frecuentes son la calcaneonavicular (entre el calcáneo y el escafoides) y la talocalcánea (entre el astrágalo y el calcáneo). También pueden encontrarse otras menos comunes, como la talonavicular o la calcaneocuboidea. Cada tipo puede producir síntomas específicos según la biomecánica afectada y el grado de restricción articular.

¿Cuáles son sus causas?

La mayoría de las coaliciones tarsianas son de origen congénito, aunque no se manifiestan clínicamente hasta la adolescencia o juventud. En raras ocasiones pueden ser adquiridas tras traumatismos, infecciones o procesos inflamatorios, pero esto es mucho menos habitual.

Síntomas

El síntoma más frecuente es el dolor persistente en el retropié o mediopié, a menudo relacionado con la actividad física o el uso prolongado del pie. Los pacientes también pueden presentar rigidez, especialmente al realizar movimientos de eversión o inversión, y dificultad para caminar sobre terrenos irregulares. En algunos casos se observa un espasmo del músculo peroneo, que provoca un pie en eversión forzada. Cuando la coalición es significativa, puede dar lugar a un pie plano rígido con marcha anómala.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en la combinación de historia clínica, exploración física y pruebas de imagen. Durante la exploración se puede evidenciar rigidez subtalar, limitación a la inversión y dolor a la palpación localizada. Las radiografías simples pueden mostrar signos indirectos como el ‘signo de la C’. El TAC es esencial para visualizar las coaliciones óseas con detalle y planificar un eventual tratamiento quirúrgico. La resonancia magnética es especialmente útil en el caso de coaliciones fibrocartilaginosas no visibles en radiografías.

Tratamiento

El tratamiento depende del tipo de coalición, la edad del paciente y el grado de síntomas. En fases iniciales o en coaliciones pequeñas, se puede optar por un tratamiento conservador. Esto incluye el uso de calzado adecuado con suela acolchada, fisioterapia para mejorar la movilidad articular y controlar el espasmo muscular, así como plantillas ortopédicas para mejorar la distribución de cargas. También pueden utilizarse antiinflamatorios o infiltraciones locales en casos con dolor importante.

Cuando los síntomas persisten o existe una limitación funcional significativa, se indica tratamiento quirúrgico. En jóvenes con coaliciones localizadas, puede realizarse una resección o exéresis de la coalición. Si la coalición es extensa o existe artrosis secundaria, se puede realizar una artrodesis (fusión articular) para estabilizar el segmento afectado y aliviar el dolor.

Pronóstico

Con un diagnóstico adecuado y un tratamiento bien indicado, la mayoría de los pacientes logra recuperar una buena funcionalidad. Tras la cirugía, la rehabilitación es esencial para restablecer la movilidad y evitar sobrecargas en otras articulaciones del pie. Un abordaje individualizado permite minimizar el riesgo de complicaciones y mejorar los resultados a largo plazo.

Conclusión

Las coaliciones tarsianas son una causa importante pero a menudo infradiagnosticada de dolor y rigidez en el pie, especialmente en adolescentes. Una valoración clínica e imagenológica precisa permite confirmar el diagnóstico y definir la mejor opción terapéutica. Con el tratamiento adecuado, ya sea conservador o quirúrgico, es posible aliviar los síntomas, corregir las alteraciones funcionales y mejorar significativamente la calidad de vida del paciente.

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