
El pie humano es una auténtica maravilla de la biomecánica. Su diseño le permite soportar el peso corporal, amortiguar cada impacto y facilitar el movimiento, ya sea al caminar, correr o mantenerse en pie. A pesar de que a menudo no se le presta atención, su función es esencial para el equilibrio, la postura y la locomoción diaria.
Comprender con detalle la anatomía del pie no solo ayuda a prevenir lesiones y tratar patologías, sino que también permite optimizar el rendimiento físico y mejorar la salud general del aparato locomotor.
Estructura del pie: huesos, articulaciones y tejidos blandos
El pie está formado por 26 huesos distribuidos en tres regiones anatómicas principales: el retropié, el mediopié y el antepié.
Estas zonas se articulan entre sí mediante 33 articulaciones y están sostenidas por una compleja red de más de 100 músculos, tendones y ligamentos. Esta arquitectura proporciona al pie su capacidad única de adaptación, amortiguación y estabilidad sobre superficies variadas.
Huesos del pie: la base de la estructura

Retropié
Está compuesto por el astrágalo y el calcáneo. El astrágalo se articula con la tibia y el peroné para formar el tobillo, permitiendo la flexión y extensión del pie. Además, se conecta con el calcáneo y el escafoides, lo que lo convierte en un hueso clave para la transmisión de cargas y movimientos entre pierna y pie.
Por su parte, el calcáneo, el hueso más grande del pie, forma la base del talón. Este hueso soporta gran parte del peso corporal y absorbe el impacto inicial en cada paso. Además de servir como punto de inserción para el tendón de Aquiles, el calcáneo actúa como palanca para la propulsión en la marcha, y contribuye significativamente a la estabilidad del retropié durante el apoyo del pie.
Mediopié
Incluye el navicular (o escafoides), el cuboides y los tres cuneiformes. Esta región forma un puente esencial entre el retropié y el antepié, actuando como eje de transmisión de fuerzas y adaptabilidad durante la marcha. Es una zona clave en la biomecánica del pie, ya que alberga los elementos que configuran los arcos del pie, que son fundamentales para amortiguar las cargas, conservar el equilibrio y adaptarse a superficies irregulares.
Existen tres arcos principales: el longitudinal medial, que se extiende desde el calcáneo hasta la cabeza del primer metatarsiano; el longitudinal lateral, que va desde el calcáneo hasta el quinto metatarsiano; y el arco transverso, que cruza transversalmente la parte anterior del mediopié. Estos arcos proporcionan una estructura elástica que protege el pie de sobrecargas y distribuye de forma eficiente el peso corporal.
Cuando los arcos pierden su función por causas congénitas, traumáticas o degenerativas, pueden desarrollarse deformidades como el pie plano, en el que el arco medial colapsa, o el pie cavo, caracterizado por un aumento exagerado del arco, lo que puede generar inestabilidad y dolor plantar.
Antepié
Está formado por los cinco metatarsianos y las 14 falanges que conforman los dedos del pie. Esta región anatómica es fundamental en la fase final de la marcha, cuando el pie se despega del suelo para iniciar un nuevo paso. Su estructura permite una distribución precisa de las cargas y una propulsión eficiente hacia adelante.
Durante este momento clave del ciclo de la marcha, el primer dedo o hallux cobra especial protagonismo. No solo es el dedo más robusto, sino que también soporta una gran parte del peso corporal en el impulso final, facilitando el avance del cuerpo. Además, su alineación y funcionalidad adecuada son esenciales para mantener el equilibrio y evitar sobrecargas en otras articulaciones del pie.
Cualquier alteración en esta región —como un hallux rígido, un juanete o una deformidad de los dedos— puede comprometer seriamente la biomecánica del paso, provocando dolor, fatiga muscular o lesiones compensatorias en la pierna o la espalda.
Músculos del pie: estabilidad y movimiento
Los músculos del pie se dividen en dos grandes grupos: los músculos intrínsecos y los músculos extrínsecos.
Músculos intrínsecos

Los músculos intrínsecos del pie se originan y se insertan dentro del propio pie. Son fundamentales para la estabilización de las articulaciones del pie y para mantener la arquitectura del arco plantar. Estos músculos incluyen, entre otros, al abductor del hallux, el flexor corto de los dedos y el cuadrado plantar. Aunque no generan grandes movimientos, sí cumplen un papel esencial en el equilibrio, la postura y la adaptación del pie a superficies irregulares.
Durante la marcha, los músculos intrínsecos colaboran en la fase de apoyo, permitiendo que el pie se mantenga estable y que los dedos se adapten al terreno. Además, previenen el colapso del arco medial y ayudan a distribuir las cargas de forma equilibrada en la planta del pie.
Una disfunción en este grupo muscular puede derivar en alteraciones como el pie plano adquirido del adulto, deformidades digitales o sobrecargas mecánicas crónicas, por lo que su entrenamiento y evaluación son claves en el tratamiento de muchas patologías del pie.
Músculos extrínsecos

Los músculos extrínsecos del pie tienen su origen en la pierna y se insertan en los huesos del pie a través de largos tendones. Estos músculos son responsables de los movimientos amplios como la dorsiflexión, la flexión plantar, la inversión y la eversión del pie. Entre ellos destacan el tibial anterior, el tibial posterior, el peroneo largo y corto, el tríceps sural (que incluye los gemelos y el sóleo) y los flexores y extensores de los dedos.
El equilibrio entre estos músculos es vital para una marcha fluida y para prevenir lesiones. Por ejemplo, una debilidad del tibial posterior puede provocar el colapso del arco medial y conducir a un pie plano, mientras que un exceso de tensión en el tríceps sural puede generar sobrecarga en la fascia plantar o en la articulación del tobillo.
El conocimiento preciso de la función de estos músculos es esencial tanto para el diagnóstico de patologías como para la planificación de tratamientos, ya sean conservadores o quirúrgicos.
Fascia plantar: una estructura clave
La fascia plantar es un tejido conectivo resistente que se extiende desde el talón hasta la base de los dedos. Junto con la almohadilla de grasa plantar, forma un sistema de amortiguación natural que protege al pie de impactos y favorece la distribución uniforme de las cargas. Además, interviene en la transmisión de fuerzas desde la pierna al antepié, participando en la dinámica de la marcha.
La inflamación de esta estructura puede causar fascitis plantar, una condición dolorosa muy común en personas activas, deportistas o profesionales que pasan muchas horas de pie. También puede estar relacionada con alteraciones biomecánicas o con calzado inadecuado.
Función global del pie y repercusión en otras zonas
El pie no es solo un punto de apoyo: es una estructura activa que actúa como amortiguador, palanca y estabilizador postural. Participa de manera activa en la marcha, en el equilibrio y en la alineación corporal.

Cuando alguna de sus partes —huesos, ligamentos, músculos o fascias— no funciona correctamente, pueden aparecer alteraciones que afectan a otras zonas del cuerpo como las rodillas, caderas o columna vertebral.
Patologías como el pie plano, el pie cavo, el hallux valgus, el dedo en martillo o ciertos tipos de lesiones deportivas del pie tienen su origen en un desequilibrio anatómico o funcional. Por ello, es fundamental realizar una evaluación global para identificar precozmente estas disfunciones y tratarlas de manera eficaz.
Evaluación anatómica y tratamiento en Sevilla, Huelva y Andalucía
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Su consulta también recibe pacientes de otras provincias de Andalucía, interesados en un abordaje integral y especializado de los problemas estructurales del pie.
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