Cuando el nervio tibial se comprime

El síndrome del túnel tarsiano es una afección neurológica causada por la compresión del nervio tibial posterior en su trayecto por el túnel tarsiano, una estructura anatómica situada en la parte interna del tobillo. Este túnel está formado por huesos y un ligamento que recubre su techo, y en su interior transcurren vasos sanguíneos, tendones y el propio nervio tibial posterior. Cuando el espacio dentro del túnel se reduce por cualquier motivo, el nervio puede quedar atrapado, provocando síntomas que afectan al tobillo y a la planta del pie.

Causas y factores contribuyentes

Existen múltiples causas que pueden desencadenar esta compresión nerviosa. Una de las más comunes es la inflamación secundaria a un esguince, una fractura o cualquier traumatismo que provoque hinchazón en la zona. También pueden influir ciertas características del pie, como un arco excesivamente alto o, por el contrario, un pie plano, ya que ambas alteraciones pueden modificar el espacio dentro del túnel. En otros casos, la compresión puede deberse a la presencia de masas o formaciones anormales, como quistes, espolones óseos o venas varicosas. Además, algunas enfermedades sistémicas, como la diabetes o la artritis, pueden provocar inflamación de los tejidos circundantes y facilitar el atrapamiento del nervio.

Síntomas y progresión

Los síntomas característicos incluyen dolor en la cara interna del tobillo o en la planta del pie, a menudo descrito como una sensación de ardor o dolor punzante. Este dolor puede extenderse hacia los dedos y suele empeorar con la actividad física, mejorando con el reposo. Muchas personas experimentan además hormigueo, entumecimiento o una sensación de descarga eléctrica en la zona afectada. En fases más avanzadas, puede producirse debilidad muscular, lo que dificulta los movimientos normales del pie y puede afectar a la marcha.

Diagnóstico

El diagnóstico del síndrome del túnel tarsiano comienza con una historia clínica detallada y una exploración física minuciosa. Una maniobra frecuente durante la exploración es la prueba de Tinel, que consiste en percutir suavemente sobre el trayecto del nervio para comprobar si se reproducen los síntomas.

Para confirmar el diagnóstico e identificar la causa subyacente, se pueden realizar estudios de imagen como radiografías, ecografías o resonancia magnética. Además, los estudios de conducción nerviosa son especialmente útiles para evaluar la funcionalidad del nervio y cuantificar el grado de afectación.

Tratamiento y manejo de la enfermedad

El tratamiento inicial suele ser conservador. Se recomienda reducir aquellas actividades que agraven los síntomas y permitir un reposo relativo de la zona. La aplicación de hielo puede ser útil para controlar la inflamación, y los medicamentos antiinflamatorios ayudan a aliviar el dolor y la hinchazón. El uso de plantillas ortopédicas está indicado en personas con alteraciones estructurales del pie, ya que ayudan a corregir la alineación y a reducir la presión dentro del túnel. La fisioterapia especializada, basada en ejercicios de estiramiento, fortalecimiento y movilización neural, también puede ser de gran ayuda. En algunos casos se administran infiltraciones con corticoides para disminuir la inflamación local. Cuando todas estas medidas no son suficientes o los síntomas son severos y limitantes, debe valorarse la cirugía, cuyo objetivo es descomprimir el nervio liberando su trayecto y todas sus ramificaciones.

Prevención y pronóstico

Prevenir esta afección implica cuidar la salud del pie y del tobillo. Usar un calzado adecuado, con buen soporte y amortiguación, es fundamental, al igual que evitar sobrecargas repetitivas o movimientos excesivos del tobillo. Las personas con enfermedades como la diabetes o la artritis deben mantener un buen control de su patología para reducir el riesgo de complicaciones.

Ante la aparición de síntomas, acudir al especialista lo antes posible permite iniciar un tratamiento precoz y aumentar las probabilidades de recuperación completa. En la mayoría de los casos, un enfoque individualizado y bien dirigido permite aliviar los síntomas y recuperar la funcionalidad sin necesidad de cirugía.

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