El desgaste de la articulación

La artrosis tibioperoneoastragalina, conocida comúnmente como artrosis de tobillo, es una enfermedad degenerativa que afecta a la articulación formada por la tibia, el peroné y el astrágalo. Esta articulación es esencial para la marcha y soporta todo el peso del cuerpo con cada paso.

La artrosis se caracteriza por el desgaste progresivo del cartílago articular, lo que provoca roce entre los huesos, dolor, rigidez y limitación del movimiento. A diferencia de otras localizaciones como la cadera o la rodilla, en el tobillo la artrosis suele tener una causa secundaria y afecta a personas más jóvenes, muchas veces como consecuencia de traumatismos o inestabilidades previas.

Causas frecuentes

La artrosis de tobillo raramente es primaria, es decir, relacionada con el envejecimiento natural. En la mayoría de los casos es secundaria a una lesión previa o a una alteración biomecánica crónica. Entre las causas más comunes se encuentran las fracturas articulares como la del pilón tibial o del astrágalo, los esguinces graves o de repetición que alteran la estabilidad, y la inestabilidad crónica no tratada.

También pueden influir enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide, infecciones previas que dañen el cartílago y alteraciones en el alineamiento del pie o tobillo, como el valgo o varo del retropié, que generan sobrecarga articular localizada.

Síntomas y evolución clínica

El síntoma principal es el dolor profundo en el tobillo, que aparece con la carga, al caminar o al estar de pie mucho tiempo. A menudo se acompaña de rigidez articular, sobre todo por la mañana o tras periodos prolongados de inactividad.

El paciente también puede notar inflamación en la zona, sensación de bloqueo o limitación para caminar por terrenos irregulares. Con el tiempo, la marcha se vuelve más limitada y aparecen ruidos articulares como crujidos o crepitación. Estos síntomas afectan la calidad de vida y la autonomía del paciente si no se tratan de forma adecuada.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en la historia clínica y en una exploración física detallada que evalúa el rango de movimiento, el dolor, el alineamiento y la estabilidad del tobillo. Las radiografías en carga son fundamentales para valorar la disminución del espacio articular, la presencia de osteofitos y la alineación general.

En casos más complejos, el TAC permite analizar deformidades óseas o consolidaciones viciosas, mientras que la resonancia magnética ofrece información sobre el estado del cartílago, el edema óseo subcondral y las estructuras blandas. También puede ser útil un estudio biomecánico para evaluar posibles sobrecargas derivadas de alteraciones en el apoyo del pie.

Tratamiento conservador

En fases iniciales o en casos leves, el tratamiento conservador puede aliviar los síntomas y ralentizar la progresión del desgaste. Incluye el uso de calzado adecuado con buena amortiguación, plantillas ortopédicas personalizadas para mejorar la distribución de cargas, y fisioterapia para preservar la movilidad articular, fortalecer la musculatura periastragalina y mejorar la propiocepción. Los antiinflamatorios o analgésicos ayudan a controlar el dolor, y en algunos casos se pueden realizar infiltraciones intraarticulares con ácido hialurónico o plasma rico en plaquetas (PRP) para mejorar la función articular. En presencia de inestabilidad asociada, el uso de ortesis estabilizadoras también puede ser beneficioso.

Tratamiento quirúrgico

Cuando el tratamiento conservador no ofrece resultados y el dolor afecta significativamente la calidad de vida, se valora la opción quirúrgica. Las principales alternativas son la artrodesis de tobillo y la prótesis de tobillo, además de procedimientos complementarios cuando existen deformidades asociadas.

La artrodesis de tobillo consiste en la fusión de la articulación, eliminando el movimiento doloroso. Aunque limita la movilidad del tobillo, proporciona una gran mejoría del dolor y estabilidad. La marcha se adapta gracias a las articulaciones vecinas del pie. Esta intervención puede realizarse por vía abierta o mediante artroscopia, dependiendo del caso.

La prótesis de tobillo o artroplastia es una opción más reciente, indicada en pacientes seleccionados con edad media, buena alineación y sin grandes deformidades. Su objetivo es conservar el movimiento articular, aunque requiere una planificación muy cuidadosa y seguimiento especializado. No se recomienda en personas con alta demanda física o inestabilidad severa.

En casos con deformidades estructurales o malalineación, se pueden combinar técnicas como osteotomías supramaleolares para realinear el eje, o procedimientos para corregir el retropié. Además, lesiones osteocondrales aisladas pueden tratarse con técnicas específicas de estimulación del cartílago.

Pronóstico y seguimiento

El tratamiento debe adaptarse a cada paciente según el grado de artrosis, la edad, el nivel de actividad y las expectativas funcionales. Tanto la artrodesis como la prótesis tienen buenos resultados si están bien indicadas y realizadas en el momento adecuado. El seguimiento posterior es clave para controlar la evolución, ajustar el tratamiento y prevenir complicaciones. Un enfoque individualizado y progresivo, que combine medidas conservadoras con la cirugía cuando sea necesario, permite mejorar el dolor, restaurar la movilidad y preservar la función del tobillo durante el mayor tiempo posible.

Conclusión

La artrosis tibioperoneoastragalina es una patología compleja que requiere un enfoque multidisciplinar. Aunque suele tener un origen traumático o biomecánico, con un diagnóstico precoz y una estrategia de tratamiento bien dirigida, es posible aliviar los síntomas, ralentizar su progresión y mantener una buena calidad de vida. La clave está en detectar el problema a tiempo y personalizar el abordaje según las características de cada paciente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *