El tobillo es una articulación fundamental para nuestra movilidad. Es el punto de conexión entre la pierna y el pie, y permite movimientos esenciales como caminar, correr, subir escaleras o simplemente mantenernos en pie. Aunque su tamaño es relativamente pequeño, su estructura es compleja y su correcto funcionamiento resulta imprescindible para una marcha estable y sin dolor.

El tobillo está formado principalmente por tres huesos: la tibia, el peroné y el astrágalo. La tibia y el peroné son los dos huesos largos de la pierna, mientras que el astrágalo es un hueso del pie que se encaja entre ambos, formando una especie de bisagra. Esta articulación recibe el nombre de tibioperoneoastragalina.

El movimiento más importante que permite esta articulación es la flexión dorsal (cuando levantamos el pie hacia arriba) y la flexión plantar (cuando apuntamos el pie hacia abajo). Pero además de esta articulación principal, en la región del tobillo encontramos otras estructuras igualmente importantes para la movilidad y la estabilidad.

Por debajo del astrágalo se encuentra la articulación subastragalina, que permite los movimientos de inversión (girar el pie hacia dentro) y eversión (girar hacia fuera). Gracias a ella podemos adaptarnos al terreno cuando caminamos sobre superficies irregulares.

El tobillo está reforzado por una serie de ligamentos que actúan como estabilizadores. En la cara interna (medial) se encuentra el potente ligamento deltoideo, que es uno de los más fuertes del cuerpo. En la cara externa (lateral), hay tres ligamentos más delgados: el peroneoastragalino anterior, el peroneoastragalino posterior y el peroneocalcáneo. Estos últimos son los que con mayor frecuencia se lesionan durante un esguince.

La musculatura que rodea al tobillo también es esencial para su función. En la parte anterior están los músculos que elevan el pie (dorsiflexores), mientras que en la parte posterior se encuentran los que lo empujan hacia abajo (flexores plantares), como el conocido tendón de Aquiles. A los lados, los músculos peroneos y tibiales ayudan a mantener el equilibrio y a controlar los giros del pie.

Durante la marcha, el tobillo soporta fuerzas que superan varias veces el peso corporal. Por eso, cualquier alteración en su alineación o funcionamiento puede tener consecuencias en otras partes del cuerpo, como la rodilla o la cadera. Una lesión mal curada o una alteración en la mecánica del tobillo puede afectar de forma importante a nuestra capacidad de caminar con normalidad.

En resumen, el tobillo no es solo una bisagra entre la pierna y el pie, sino una estructura compleja y vital para la estabilidad y el movimiento. Conocer su anatomía nos permite valorar su importancia y entender por qué es tan común que esta zona se lesione. Un tobillo sano es clave para una vida activa, estable y sin dolor.

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