Lesiones frecuentes con impacto funcional

Las fracturas de tobillo son una de las lesiones más comunes en el ámbito de la traumatología. Suelen producirse por traumatismos directos, torceduras intensas o caídas, afectando a los extremos inferiores de la tibia y el peroné, conocidos como maléolos. 

En función de su localización y gravedad, estas fracturas pueden comprometer la estabilidad del tobillo y limitar de forma significativa la movilidad, por lo que requieren un diagnóstico especializado y un tratamiento individualizado.

¿Qué son los maléolos?

El tobillo está compuesto por dos huesos principales: la tibia y el peroné. En su porción distal, la tibia forma el maléolo medial (interno), mientras que el extremo inferior del peroné constituye el maléolo lateral (externo).

En algunos casos también puede fracturarse la parte posterior de la tibia (maléolo posterior), lo que da lugar a fracturas trimaleolares.

Además, existen estructuras anatómicas relevantes en esta zona, como el tubérculo de Tillaux-Chaput, situado en la cara anterolateral de la tibia, y el tubérculo de Wagstaffe, localizado en el margen anterior del peroné distal.

Estas prominencias óseas pueden verse afectadas en ciertas fracturas complejas del tobillo.

Vista anatómica del tubérculo de Tillaux-Chaput en la tibia y del tubérculo de Wagstaffe en el peroné, estructuras clave en la estabilidad del tobillo

Tipos de fracturas maleolares

Según los huesos afectados y la complejidad del daño, se distinguen varios tipos de fracturas:

Fractura unimaleolar:

Se refiere a la rotura de uno solo de los maléolos, siendo el más común el maléolo lateral (peroné). Aunque puede parecer menos grave, este tipo de fractura también puede comprometer la estabilidad del tobillo dependiendo de la afectación ligamentosa asociada, por lo que requiere una evaluación cuidadosa para determinar el tratamiento más adecuado.

Radiografía anteroposterior de fractura de tobillo con desplazamiento, imagen clínica del Dr. Miguel Ángel Román Cañada, especialista en Sevilla y Huelva.

Fractura bimaleolar:

Se produce cuando se fracturan tanto el maléolo medial (tibia) como el maléolo lateral (peroné). Esta combinación genera una importante pérdida de estabilidad en la articulación del tobillo y suele ir acompañada de un mayor riesgo de desplazamiento de los fragmentos óseos, lo que incrementa la probabilidad de complicaciones si no se trata adecuadamente. Además, en algunas fracturas bimaleolares pueden existir lesiones asociadas en estructuras clave como el ligamento deltoideo o la sindesmosis, lo que obliga a una evaluación quirúrgica detallada para decidir el tratamiento más eficaz.

Fractura trimaleolar:

Implica la afectación del maléolo posterior, además de los maléolos medial y lateral. Este tipo de fractura suele conllevar una mayor inestabilidad articular y un riesgo más elevado de compromiso funcional. En muchos casos, se asocia a lesiones ligamentarias o a afectaciones de la superficie articular posterior de la tibia, lo que complica el abordaje terapéutico. Por ello, el tratamiento suele requerir cirugía específica con múltiples abordajes quirúrgicos para asegurar una correcta reducción de los fragmentos y la restauración de la congruencia articular del tobillo.

Fractura tetramaleolar:

Este término hace referencia a la afectación simultánea de los tres maléolos del tobillo (medial, lateral y posterior), junto con una lesión ligamentosa asociada que compromete la estabilidad de la articulación. Actualmente, se ha incorporado una consideración anatómica más precisa, que incluye la valoración del tubérculo de Tillaux-Chaput, en la tibia, y del tubérculo de Wagstaffe, en el peroné.
Estos puntos óseos actúan como anclajes del ligamento tibiofibular anteroinferior, cuya integridad es esencial para el correcto funcionamiento de la sindesmosis. La afectación del ligamento, del tubérculo tibial o del peroneo —o del complejo que forman entre ellos— se considera un marcador clave de inestabilidad. Esta nueva perspectiva ha modificado el enfoque quirúrgico en muchas fracturas inestables, situando la evaluación detallada de estas estructuras como parte fundamental del tratamiento individualizado.

Causas y síntomas

Las fracturas de tobillo suelen deberse a traumatismos deportivos, accidentes de tráfico, caídas desde altura o torceduras graves al caminar. Los síntomas principales incluyen:

  • Dolor agudo e intenso localizado en el tobillo.
  • Incapacidad para apoyar el pie o caminar.
  • Hinchazón rápida y hematoma.
  • Deformidad visible o movilidad anormal de la articulación.

Ante la sospecha de fractura, es fundamental evitar la carga del peso y acudir de inmediato a un centro médico.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en una evaluación clínica detallada combinada con pruebas de imagen adecuadas.

Radiografías simples

En proyecciones anteroposterior, lateral y mortaja suelen ser suficientes para detectar la mayoría de fracturas maleolares y valorar el grado de desplazamiento, alineación y afectación articular.

TAC

En situaciones complejas, como aquellas en las que se sospecha una conminución, afectación del maléolo posterior o compromiso significativo de la superficie articular, se recomienda realizar una tomografía computarizada (TAC). Esta herramienta de imagen avanzada proporciona una visualización tridimensional detallada de los fragmentos óseos, lo que facilita una planificación quirúrgica más precisa y personalizada. Es especialmente útil en fracturas articulares, desplazadas o inestables, donde una radiografía simple puede resultar insuficiente para evaluar con exactitud el patrón de la lesión.

Resonancia magnética

Tiene un papel limitado en el estudio de las fracturas óseas agudas, ya que no aporta mayor detalle que el TAC en este contexto. No obstante, puede ser útil de forma complementaria para valorar lesiones de partes blandas asociadas, como desgarros ligamentarios, afectación del cartílago o edema óseo en fracturas ocultas no visibles en las radiografías convencionales.

Tratamiento

El abordaje terapéutico depende del tipo de fractura, del desplazamiento de los fragmentos óseos y de la estabilidad del tobillo:

Fracturas no desplazadas o estables

Pueden tratarse de forma conservadora con inmovilización mediante yeso o férula durante unas 6-8 semanas, acompañada de reposo y control radiológico periódico.

Fracturas desplazadas o inestables:

Requieren tratamiento quirúrgico debido al alto riesgo de que los fragmentos óseos no consoliden correctamente o provoquen una alteración en la congruencia articular. La técnica más habitual es la osteosíntesis con placas y tornillos, que permite una fijación anatómica precisa de los fragmentos, restaurando la alineación del tobillo y favoreciendo la consolidación óptima.

Radiografía de control postoperatorio tras cirugía de fractura de tobillo, con osteosíntesis mediante placa y tornillos. Imagen del Dr. Miguel Ángel Román Cañada en Sevilla.

Esta intervención se realiza bajo control radiológico intraoperatorio para garantizar una reducción adecuada, y en ocasiones puede complementarse con la reparación de estructuras ligamentarias asociadas, como la sindesmosis.

La estabilización quirúrgica no solo mejora el pronóstico funcional a medio y largo plazo, sino que también reduce significativamente la posibilidad de desarrollar artrosis postraumática o inestabilidad crónica del tobillo.

En todos los casos, la rehabilitación posterior es fundamental para recuperar la funcionalidad del tobillo.

Complicaciones y rehabilitación

Entre las complicaciones más frecuentes tras una fractura de tobillo se encuentran la rigidez articular, el dolor persistente, la pseudartrosis (cuando los fragmentos óseos no consolidan de forma adecuada) y la artrosis postraumática.

Esta última es especialmente relevante, ya que puede desarrollarse incluso en aquellos casos en los que se ha logrado una correcta alineación de la superficie articular. El daño sufrido por el cartílago durante el traumatismo inicial puede desencadenar, con el tiempo, un proceso degenerativo irreversible, provocando dolor crónico, limitación funcional y deterioro progresivo de la articulación.

La recuperación tras una fractura de tobillo comienza con una fase de inmovilización, habitualmente con férula o yeso, que permite iniciar la consolidación ósea sin riesgo de desplazamiento. Esta etapa inicial suele durar entre 4 y 8 semanas, durante las cuales es fundamental el control médico y radiológico periódico para verificar la evolución.

A continuación, se inicia una fase de movilización progresiva mediante fisioterapia, enfocada en restaurar el rango de movimiento, mejorar la fuerza muscular y recuperar la estabilidad de la articulación. El proceso de rehabilitación puede prolongarse durante varios meses, y su duración exacta dependerá de múltiples factores, como el tipo de fractura, el tratamiento realizado (conservador o quirúrgico), la edad del paciente y su respuesta individual al tratamiento.

Por lo general, el retorno a las actividades físicas y deportivas se sitúa entre los 6 y los 12 meses tras la lesión, aunque en fracturas complejas o casos con complicaciones puede requerirse más tiempo para lograr una recuperación funcional completa.

Conclusión

Las fracturas de tobillo representan una lesión frecuente pero potencialmente incapacitante si no se diagnostica y trata correctamente desde el principio. Su abordaje debe basarse en una valoración experta de cada caso, ya que existen múltiples variantes con distinto pronóstico y tratamiento.

La identificación precisa del patrón de fractura, incluyendo el análisis de estructuras como el tubérculo de Tillaux-Chaput, el de Wagstaffe y la sindesmosis, permite aplicar una estrategia quirúrgica personalizada que optimice la estabilidad y reduzca el riesgo de secuelas a largo plazo.

Además de lograr una correcta consolidación ósea, el objetivo es preservar al máximo la función articular y evitar complicaciones como la artrosis postraumática o la inestabilidad crónica. Esto exige una planificación quirúrgica detallada y una rehabilitación adaptada a las necesidades del paciente. Por ello, es importante acudir a un especialista con experiencia en el tratamiento de estas lesiones.

¿Has sufrido una fractura de tobillo y necesitas un diagnóstico claro y un tratamiento adaptado a tu caso? El Dr. Miguel Ángel Román Cañada es especialista en cirugía de pie y tobillo y atiende a pacientes en Sevilla, incluyendo a personas de Huelva y de toda Andalucía que buscan atención experta. Un abordaje preciso y una buena planificación son clave para asegurar una recuperación completa y prevenir complicaciones como la artrosis.

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