Fracturas por estrés en pie y tobillo

¿Qué son las fracturas por estrés?

Las fracturas por estrés en el pie y tobillo son pequeñas fisuras óseas que aparecen cuando los huesos son sometidos a cargas repetidas durante largos periodos de tiempo. A diferencia de las fracturas agudas, que se producen por un golpe o traumatismo directo, estas lesiones se desarrollan de forma progresiva como consecuencia del sobreuso.

Este tipo de fracturas es común en deportistas, militares, bailarines y personas que realizan actividades con gran impacto en los pies, como correr o saltar. También pueden aparecer en pacientes con alteraciones en la pisada o en la alineación del pie, en especial cuando existe una mala distribución de cargas.

Causas más frecuentes

Las fracturas por estrés se producen cuando existe un desequilibrio entre la carga mecánica a la que se somete el hueso y su capacidad para regenerarse. Entre las causas más habituales se incluyen:

  • Cambios bruscos en la intensidad o duración del ejercicio físico.
  • Uso de calzado inadecuado o con mala amortiguación.
  • Alteraciones anatómicas como pies cavos o pies planos.
  • Osteopenia u osteoporosis, especialmente en mujeres jóvenes con desequilibrios hormonales.
  • Déficit nutricionales, como la falta de calcio o vitamina D.

Zonas más frecuentes del pie y tobillo

En el pie, las fracturas por estrés afectan con mayor frecuencia a los metatarsianos, especialmente el segundo y el tercero. Este tipo de fractura es común en personas activas y puede producirse incluso con actividades cotidianas si existe una predisposición anatómica.

Una variante conocida es la llamada «fractura del legionario», que se localiza en el cuello del segundo metatarsiano y recibe su nombre por haber sido descrita originalmente en soldados sometidos a marchas prolongadas. Esta fractura aparece cuando existe un metatarsiano más largo de lo habitual o un exceso de carga repetida sobre esa zona del antepié.

Además de los metatarsianos, las fracturas por estrés también pueden localizarse en el escafoides, el calcáneo o las falanges. La identificación precoz de estas lesiones es clave para evitar complicaciones como la progresión a fracturas completas o el retraso en la consolidación ósea.

En el tobillo, son menos comunes, pero pueden observarse en el astrágalo o en la tibia distal, sobre todo en corredores de fondo o en personas con entrenamiento intenso.

¿Cuáles son los síntomas?

El síntoma más habitual es un dolor progresivo localizado en una zona concreta del pie o tobillo, que aumenta con la actividad física y mejora con el reposo. Al principio puede ser leve y pasar desapercibido, pero si no se trata, suele empeorar hasta dificultar el apoyo o incluso provocar cojera.

También es frecuente la aparición de inflamación local, sensibilidad a la palpación, e incluso una leve hinchazón. En fases más avanzadas, el dolor puede llegar a ser constante, incluso en reposo.

Diagnóstico

El diagnóstico de una fractura por estrés en el pie o tobillo comienza con una evaluación clínica detallada, incluyendo la exploración física y la historia deportiva o laboral del paciente. Sin embargo, en los primeros días las radiografías pueden no mostrar signos evidentes.

En estos casos, la resonancia magnética es la prueba de imagen más sensible y específica, ya que permite detectar edema óseo o signos tempranos de fisura. También puede utilizarse la gammagrafía ósea o la tomografía computarizada (TAC) para confirmar la localización exacta.

Tratamiento de las fracturas por estrés

En la mayoría de los casos, el tratamiento es conservador y se basa en:

  • Reposo relativo y suspensión de la actividad que causó la lesión.
  • Uso de calzado rígido o botas de inmovilización para evitar el apoyo.
  • Aplicación de hielo y medicación antiinflamatoria si hay dolor intenso.
  • Fisioterapia progresiva para mejorar la biomecánica del pie y fortalecer la musculatura.

En algunas situaciones, como las fracturas por estrés del escafoides, del astrágalo o del quinto metatarsiano, puede ser necesario un tratamiento quirúrgico para garantizar una consolidación adecuada.

La duración del tratamiento depende de la localización y gravedad de la lesión, pero habitualmente se requiere entre 6 y 8 semanas de reposo. El retorno a la actividad deportiva debe ser gradual y controlado, prestando especial atención a la corrección de los factores predisponentes.

¿Cómo prevenirlas?

Para prevenir las fracturas por sobreuso en el pie y tobillo es importante:

  • Utilizar un calzado adecuado al tipo de actividad física.
  • Aumentar progresivamente la intensidad del ejercicio.
  • Corregir las alteraciones biomecánicas con plantillas personalizadas si es necesario.
  • Mantener una buena salud ósea con una dieta equilibrada y adecuada exposición solar.
  • Escuchar al cuerpo y respetar los tiempos de descanso.

Conclusión

Las fracturas por estrés en el pie y el tobillo son una causa frecuente de dolor en personas activas y deportistas. Su diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado permiten una recuperación completa sin secuelas.


Si presentas dolor persistente en el pie o tobillo sin causa aparente, consulta con un especialista. El Dr. Miguel Ángel Román Cañada, experto en cirugía avanzada de pie y tobillo, atiende en Sevilla y recibe pacientes de toda Andalucía, incluyendo Huelva, para ofrecer un diagnóstico preciso y un tratamiento personalizado para este tipo de lesiones.

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