Cuando el dedo gordo pierde movilidad

El hallux rigidus es una forma de artrosis que afecta a la articulación metatarsofalángica del primer dedo del pie. Se caracteriza por una progresiva pérdida de movilidad articular, acompañada de dolor, inflamación y dificultad para actividades como caminar, correr o ponerse de puntillas.

Aunque a menudo se subestima, esta articulación desempeña un papel esencial en la marcha. Cada paso que damos implica un impulso final a través del dedo gordo, que debe soportar una parte significativa del peso corporal. Cuando esta articulación pierde su capacidad de flexión, se generan mecanismos de compensación que afectan negativamente a otras estructuras del pie, la rodilla o incluso la columna lumbar.

¿Por qué aparece el hallux rigidus?

En muchos casos, la causa no es única ni fácilmente identificable. Suele deberse a una combinación de factores, incluyendo traumatismos de repetición (como los producidos durante la práctica deportiva), uso continuado de calzado inadecuado o predisposición anatómica. Algunas personas presentan alteraciones como un primer metatarsiano elevado o una inclinación anómala de la articulación, lo que incrementa la tensión sobre la zona y favorece la degeneración del cartílago.

Un factor especialmente relevante es el acortamiento del complejo gastrocnemio, parte del tríceps sural, que provoca un aumento de la tensión posterior y una sobrecarga en el antepié. Esto limita aún más la movilidad del primer dedo, acelerando el proceso de degeneración articular.

Síntomas habituales

El síntoma más frecuente es el dolor localizado en la base y dorso del primer dedo, sobre todo al caminar o al impulsarse en la marcha. Con el tiempo, la articulación pierde movilidad y aparece rigidez, lo que obliga al paciente a adaptar su forma de caminar. Es habitual notar un bulto óseo en el dorso del dedo (osteofito), molestias con ciertos tipos de calzado e incluso dolor en reposo en casos avanzados.

Diagnóstico

El diagnóstico se basa en una correcta historia clínica y una exploración física completa. Se evalúa el rango de movimiento de la articulación, valorando el dolor a la dorsiflexión forzada y la presencia de engrosamientos óseos. Las radiografías en carga son fundamentales para valorar el grado de artrosis, la afectación del cartílago y la presencia de osteofitos o estrechamiento del espacio articular.

Una herramienta útil para la clasificación del hallux rigidus es el sistema de Coughlin y Shurnas, que considera la clínica, la movilidad articular y los hallazgos radiológicos. Esta clasificación permite orientar el tratamiento de forma más personalizada.

Clasificación de Coughlin y Shurnas:

  • Grado 0: Dolor leve con actividad intensa. Dorsiflexión de 40-60°. Radiografías normales o con mínimas alteraciones.
  • Grado 1: Dolor leve o moderado. Dorsiflexión de 30-40°. Osteofitos dorsales leves.
  • Grado 2: Dolor más frecuente y rigidez. Dorsiflexión de 10-30°. Osteofitos dorsales, aplanamiento de la cabeza metatarsal y esclerosis.
  • Grado 3: Dolor persistente. Dorsiflexión <10°. Importante rigidez. Estrechamiento articular, lesiones quísticas, osteofitos severos.
  • Grado 4: Dolor en reposo y a cualquier actividad. Rigidez completa. Artrosis avanzada con destrucción articular.

Tratamiento

El tratamiento conservador es la primera opción en fases leves o moderadas. Incluye calzado con suela rígida tipo balancín, plantillas ortopédicas que redistribuyen las cargas, fisioterapia y antiinflamatorios. En algunos casos, pueden considerarse infiltraciones ecoguiadas para controlar el dolor.

Si estas medidas no son efectivas, se plantea la opción quirúrgica. Las técnicas varían según el grado de afectación y las necesidades del paciente.

Una de las intervenciones más comunes en fases iniciales es la queilectomía, que elimina los osteofitos dorsales y parte de la superficie ósea para mejorar la movilidad articular. Es adecuada en grados I y II.

Cuando la degeneración es más avanzada, la opción más resolutiva es la artrodesis, que consiste en fijar la articulación en una posición funcional. Aunque limita la movilidad, elimina el dolor y permite una marcha estable y sin limitaciones.

Otra alternativa en grados II y III es la osteotomía del primer metatarsiano, tipo Chevron modificado o Weil I, que permite modificar el apoyo y mejorar la mecánica articular. En muchos casos, se asocia a un alargamiento del gastrocnemio medial cuando se confirma un acortamiento funcional, reduciendo así la carga sobre la articulación y ralentizando la progresión degenerativa.

En pacientes con hallux límitus funcional o grado I, también puede plantearse la liberación del sistema aquíleo-calcáneo-plantar, especialmente si hay un componente biomecánico como el acortamiento gemelar. Esta técnica puede mejorar la movilidad articular y retrasar la evolución a fases más avanzadas.

Conclusión

El hallux rigidus no debe subestimarse: afecta directamente a la calidad de vida, la marcha y el confort diario. Un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado pueden frenar la evolución y evitar la aparición de complicaciones. Contemplar el análisis biomecánico, valorar la estructura del pie y entender la influencia del sistema muscular posterior es esencial para un enfoque quirúrgico o conservador exitoso.

El Dr. Miguel Ángel Román Cañada, especialista en hallux rigidus y cirugía del antepié en Sevilla, atiende también a pacientes de Huelva y otras provincias andaluzas. Solicita una valoración personalizada si notas rigidez o dolor en el dedo gordo.

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